Por Nicolás García Pedrajas
El hecho de que la base de la monarquía, en cualquiera de sus formas, es profundamente antidemocrática es difícil de discutir. Defender que en una sociedad moderna el jefe del estado lo sea por línea hereditaria requiere de argumentos que provocan risa. El hecho mismo de la existencia del monarca hace necesaria la introducción de leyes que entran en conflicto con los pilares básicos de la democracia. Así, la constitución española declara que todos los españoles son iguales, pero a la vez asigna el título de jefe del estado a una familia concreta. De la misma manera, declara que todos los españoles somos iguales ante la ley y sin emabrgo elimina cualquier responsabilidad legal del rey. La aberración es de tal calibre, que en España si el rey públicamente cometiera un asesinato no sería perseguible y quedaría impune.
Una vez el origen divino de la monarquía no puede usarse como argumento de su legitimación, el choque entre la monarquía y la democracia se hace aún más evidente. Dados los endebles argumentos para mantener la monarquía, todo el tinglado se basa en hacer del rey una figura incuestionable, inmaculada, adornada de todas las gracias y méritos. Dado que una figura así simplemente no existe, y más en personas acostumbradas desde niños a obtener todos sus caprichos, se impone la censura como única forma de conseguirlo. Si el príncipe da un espectáculo lamentable en un aeropuerto de EE.UU., la noticia se ignora, si el rey tiene “amigos” poco recomendables del mundo de las finanzas, la noticia se ignora, que un programa de televisión basura se ocupa de la vida de las infantas, se elimina, y así con todo lo que puede afectar a esa imagen idílica de la monarquía.
En los años posteriores a la democracia el miedo produjo la autocensura en la prensa. Pero el problema que está surgiendo actualmente es una nueva generación que no vivió con Franco y que está perdiendo el miedo a criticar a la monarquía y al rey. Y ahí es donde surge la tensión entre la democracia y la monarquía. Ahí surgen las condenas por quemar fotos del rey, hacer chistes sobre el príncipe o criticar su papel como jefe del estado. En los últimos días se ha llegado incluso a imputar al alcalde de Puerto Real [1] por criticar al rey. ¿Se imaginan lo que ocurriría si se tratara de imputara un político por criticar al Presidente del Gobierno, o a un humorista gráfico por hacer una viñeta de un ministro?
La situación es sencilla, si se levanta la censura sobre la monarquía, se empezarán a conocer muchas cosas que acabarán con esa imagen idílica del rey. Y entonces, ¿cuánto durará la monarquía en España?
¡Salud y república!
[1] http://www.elpais.com/articulo/espana/alcalde/Puerto/Real/tilda/rey/crapula/deleznable/elpepuesp/20080424elpepunac_2/Tes
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