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jueves, 13 de noviembre de 2008

La grandeza del laicismo frente a las insidias de Rouco

GUSTAVO VIDAL MANZANARES

El inefable Rouco Varela ha vuelto a obsequiarnos con su insidia semanal. Así, para difamar al laicismo acaba de afirmar: “No ha habido Estados más laicos que la Unión Soviética y la Alemania nazi”.

Esta afirmación no sólo resulta una majadería, sino que es mendaz. La URSS nunca fue un Estado laico, ya que el laicismo ampara y consiente todas las religiones que no atenten contra las libertades. En la URSS, desgraciadamente, imperaba una dictadura que proscribía la religión. Aunque de perseguir otros credos o “herejes” sabe mucho la iglesia católica.

También miente Rouco Varela al asegurar que el régimen nazi era laico. Ningún sistema político que persiga religiones válidamente inscritas en el registro de confesiones religiosas puede considerarse laico.

No comparto prácticamente nada del ideario del señor Rouco, pero confieso que me ha entristecido ver a un hombre de su categoría intelectual arrastrándose con argumentos propios de un pinchaúvas.

Por el contrario, los regímenes laicos han desplegado una grandeza que contrasta con las referidas falsedades. En este sentido estremece pensar qué sería de Europa si tuviera a sus puertas a setenta millones de talibanes turcos.

Y si en las calles de nuestras ciudades no padecemos a millones de fanáticos turcos dispuestos a volar edificios y declararnos la “guerra santa”, lo debemos al régimen laico de Mustafá Kemal Atatürk. Este gobernante inolvidable abolió la teocracia islámica enquistada en el Califato. Sustituyó la Sharia (ley Islámica) por un Código civil a semejanza del suizo, clausuró las madrasas (escuelas islámicas) e implantó en su lugar una red de colegios públicos y laicos.

Dado que la fe islámica prohíbe la figura humana, este grandioso dirigente fomentó las Escuelas de Artes donde el cuerpo humano era trazado por manos artísticas y libres. También levantó la prohibición de beber alcohol y realizó el primer censo de población para, en la medida de lo posible, cimentar un Estado moderno.

Mientras en la católica España se celebraba con eructos y risotadas que “la mujer y la sartén en la cocina estén”, Atatürk emprendía un vasto plan de emancipación femenina. No sólo prohibía el velo, sino que acababa con la poligamia y el divorcio por repudio. Él mismo se casaba con una mujer educada en Occidente mientras otorgaba los mismos derechos a hombres y mujeres, incluso en materia de herencia y custodia de los hijos.

Pero la grandeza del laicismo, representada por Kemal Atatürk, también floreció en el derecho de voto femenino en 1925. Antes que en España. Y este espíritu de laicidad propició contemplar a tantas mujeres ocupando cargos públicos, escaños parlamentarios o a la primera mujer miembro de un Tribunal Supremo.

Y todo lo anterior sucedió en el régimen laico de la Turquía de Kemal Atatürk… ¿Por qué?… porque laicismo no equivale a ateismo o anticlericalismo como cínicamente pretende intoxicar Rouco Varela. Laicismo significa libertades democráticas, igualdad y dignidad de todas las personas. El laicismo representa que los sentimientos y prejuicios religiosos no pueden imponerse a quien no lo desee.

Y, por favor, señor Rouco Varela… deje usted de mentir, al menos cuando hable del laicismo.

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