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jueves, 15 de enero de 2009

"El franquismo no está superado sociológicamente"

Entrevista a Ángel Viñas, historiador y autor del libro El honor de la República

Iñigo Adúriz
Público

Acaba de publicar El honor de la República, el tercer volumen de una trilogía dedicada al primer periódico democrático que disfrutó España, donde repasa con estricta rigurosidad los últimos años de la Guerra Civil observados desde el frente republicano. Este último tomo, para cuya elaboración ha consultado y contrastado miles de archivos y documentos de la época, pretende hacer justicia al último presidente del Gobierno republicano, Juan Negrín. Crítico con el papel de la Iglesia y el afán de la institución por permanecer como actor político, Ángel Viñas pretende des-terrar los mitos de la historiografía franquista.
Su libro se titula El honor de la República. ¿Considera que la historia no ha hecho justicia a ese periodo?
La II República española ha sido vilipendiada, mancillada, ensuciada y deshonrada por la historiografía franquista. Todavía hoy se miente, se manipula, se tergiversa, se cambian y se mutilan documentos sin el menor pudor para demostrar que la República era un régimen parasoviético. Hay que restablecer la verdad yendo a los documentos de la época, que es lo que he hecho yo, para ver que la relación de la República con Moscú no fue una relación de subordinación. Para subordinación la que tuvo Franco con las potencias del Eje.
¿Debieron sentirse orgullosos los que lucharon hasta el final por la República?
Una parte del pueblo español, los republicanos, fueron agredidos desde el interior por los militares sublevados y desde el exterior por las potencias fascistas. En lugar de rendirse, como hizo el Ejército checo, aquí esos españoles, españoles [reitera], se batieron contra los militares sublevados, contra los nazis y contra los fascistas ellos solitos. Hay que recuperar el honor de la República y el honor del presidente del Gobierno de entonces, Juan Negrín, que logró poner a un conglomerado de fuerzas políticas y sociales muy dispares al servicio de la resistencia en condiciones en las que la República ya tenía la guerra perdida.
¿Influyó la Iglesia en la victoria de los sublevados?
La Iglesia tiene dos dificultades: tiene una cierta reticencia para hacer actos de contrición y, además, le molesta que se la trate como actor político. La Iglesia puede que sea una institución sobrenatural pero también es un actor político, y en la Guerra Civil la iglesia actuó como actor político. La Iglesia católica en España es primero iglesia nacional, nacionalista, y luego católica.
¿Sigue jugando ese papel en la actualidad?
Tiene una posición de preeminencia y de privilegio históricamente consolidada. Todo lo que supone reducir esa preeminencia le molesta. La Iglesia católica, con suma habilidad y durante muchos siglos, ha acumulado un inmenso poder en España y está dando su batalla para no perderlo. El Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero no creo que haya arañado muchos privilegios a la Iglesia, y yo lo deploro. Estamos un poco en retraso. Yo no he visto ningún país occidental en el que la Iglesia católica disfrute de tantos privilegios como en España.
¿Cómo ve un historiador los intentos por recuperar la memoria histórica?
No se ha honrado a las víctimas republicanas. Ha habido múltiples innovaciones e iniciativas, pero yo no creo que ninguna haya sido eficaz como lo que parece que puede ser la Ley de Memoria Histórica. Es necesario aplicarla inmediatamente. Precisamente, el problema de la historia es que la interpretación que se hace del pasado afecta al presente. No hemos superado el trauma de la Guerra Civil porque fue seguida por una dictadura de 36 años. Hoy en día, el franquismo está políticamente superado, pero no lo está sociológica ni psicológicamente. Habría que hacer algo más, habría que recuperar el honor de la República.
Ángel Viñas es historiador. Acaba de aparecer el tercer volumen de su trilogía sobre la Guerra Civil española (El honor de la República) de su trilogía sobre la Guerra Civil española bajo el selo de la Editorial Crítica de Barcelona.

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